El dolor y la palabra: Dos reflexiones escriturales



Todo el vacío del amor lo he ido llenando con la muerte 
Diarios, de Enrique Lihn


Toda escritura es un proceso de vida. Para colocar en orden el universo interno basta tomar a la palabra como un encuentro íntimo. El practicante de la escritura, casi siempre, toma los espacios de una hoja en blanco y construye su casa, empieza con sus temores, luego profundiza hacia el corazón y nace la raíz, es decir, el origen de por qué toma la decisión de escribir. 

Yo no escribo para ser escritora, escribo para hallar lugares donde no alcanzo el entendimiento, escribo muchas veces para encontrarme y reflexionar sobre esa idea lejana de realidad. Considero que la germinación de la escritura empieza por los diarios, por esos epistolares que se almacenan en hojas, álbumes, colecciones y documentos digitales. Escribir es una forma de acontecer.  

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El dolor y palabra 

Formas de observar el dolor

1. El dolor es una contienda. Duele encontrarme con la fugacidad de las palabras que no me pertenecen, tienen un intento de cuerpo, un intento de muerte, un intento de dejar(ser) morir.

2. Decir dolor y detener la vida, algo se quema hacia adentro. El dolor es imperante e insistente, natural y en su medida justo, no negocia ni pide permiso. 

3. El dolor se acepta o mueres derrotado por él, lo transitas, aprendes a conocer sus magnitudes, casi siempre distintas.

4. El dolor no florece en los llantos, pero afloja como la espuma.

5. Preparar al dolor es darle movimiento, es tomarlo de la mano y escucharlo.

6. Yo no quería oprimir el dolor, yo quería darle camino y forma, quería que mi dolor sea hermoso, quería que  muera como mueren todas cosas bellas, con dignidad y amor. Quería que el dolor fuera compasivo, afable y tenue, entonces lo dejé habitarme, lo dejé doler(me) y derrotarme. 


7. Dolor, solo por hoy, deja que la vida nos respire.






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