Mientras me alcoholizo
—¡Maricon tenías que ser! —dijo mi
madre mientras lloraba desconsolada.
—Sé que te avergüenzo madre; que mi desgracia nada o poco importa.
—¡Lárgate Martín!... Aquí las puertas
se cierran, no hay lugar para ti, ni tus estúpidas palabras. —Vociferó mi madre
hasta quedarse sin voz.
—Yo sé madre que el vino es tinto y la leche clara, pero la desgracia con la que miras es un abatimiento de gargantas ranceas.
(Me levanté del sucio sofá donde cada
pensamiento se había quebrado tantas veces en el alcohol, donde lloré a Carolo, a Partricio y a Juan)
—¡Yo se madre que las palabras siempre han
sido cómplice de mis actos! ¡Yo me he condenado en estas sucias paredes
llenas de miseria! ¿Sabes por qué madre?.
—¡Cállate de una vez! —dijo, y salió de
la habitación pateando las botellas. Entonces grité:
—¡Por que estoy casado de huir! — Acaso no vez que tengo esta soledad atravesada en el alma!
Caí hacia atrás y perdí como siempre
la conciencia.
Comentarios
Publicar un comentario