¿Por qué leer a Federico García Lorca? Un diálogo sobre dos de sus obras: Romancero Gitano y Un poeta en New York.

 


Leer a Lorca no solo implica ajustar la mirada en el potencial pictórico que develan estas dos obras, sino también hacer del lenguaje un campo minucioso de transitoriedad, una ruta de fronteras que navega entre los flujos internos del corazón y la palabra viva como organismo poético. Pues la observación consiste, como decía Bernard Claude, en percibir los fenómenos sin perturbarlos, pero la experimentación de acuerdo con los mismos fisiólogos o poetas implica, por el contrario, la idea de experimentar en esa observación una variación del fenómeno natural, y en este caso del fenómeno poético. 

Es por ello que, en el Romancero Gitano, tenemos a mi parecer una geografía móvil que se construye de forma continua en los poemas. El tiempo, carácter propio del día y la noche, se entreteje entre los paisajes de Andalucía[1]; y el recorrido del verso es capaz de conectarse con lo sagrado, tanto así que Lorca enfatiza:

El libro es el poema de Andalucía; y lo llamo gitano porque es lo más elevado, lo más profundo, lo más aristocrático de mi país…y no tiene nada que ver con la melancolía ni la nostalgia ni la aflicción…, pena andaluza que es una lucha de la inteligencia amorosa con el misterio que la rodea y puede comprender.[2]

Ahora bien, haré un pequeño análisis interpretativo del poema Romancero sonámbulo, uno de los más importantes, y quizás profundamente misterioso, considerado por el autor como un hecho poético puro del fondo de andaluz[3] Por otro lado, también tomaré en cuenta el poema Cuidad sin sueño para comparar el paisajismo, el recurso poético y la intensión que versa la ruralidad y la urbanidad nocturna. Queda decir, además, que entendemos por “interpretación”, según lo hace Tzvetan Todorov en El lenguaje poético, una actividad que tiende a captar algunos posibles sentidos del texto, es decir, sus hechos de significación sin que se pueda eliminar en ella el influjo de subjetividad.[4]

En Romancero sonámbulo la voz poética que enuncia el primero verso: “Verde que te quiero verde” nos envuelve en una metonimia ilustrativa, seguida por una retórica paisajista de los lugares más insignes de Granada. En ese espacio poético donde la “luna gitana” es tan característica de Lorca, la tonalidad del poema nos cuenta un relato circular, es decir, el fin y el principio de las cosas, la línea entre la muerte, la vida y sus tensiones, todo esto está plasmado cuando el poema alcanza su tensión descriptiva:

¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde? Ella sigue su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga. Compadre, quiero cambiar mi caballo por su casa, mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta…[5]

La representación de verde en la carne nos aproxima a dos variantes, la descomposición de lo muerto en el nacer de algo nuevo, y el misterio de la tierra sin patria que reposa en la imagen de la naturaleza. Luego tenemos un juego analógico: “caballo por casa”, “montura por espejo”, “cuchillo por manta”, es decir, lo íntimo, lo movible, lo propio del gitano, remplazado por un cambio fijo, estático y concreto. En este recurso puede verse también el despliegue del deseo, un desdoblamiento del personaje que recae en uno: “Yo ya no soy yo, ni mi casa es, ya mi casa”.

El poema sigue narrando su relato con un ritmo de canción. Todo esto sucede en la noche con la presencia de la Guardia Civil, quien va destruyendo y arrancando al pueblo gitano de sus tierras. Cuando el otro compadre pregunta: “¿Dónde está tu niña amarga?... cara fresca y negro pelo, en esta verde baranda” puede interpretarse como lo misterioso del lenguaje nómada que habita en el viaje del gitano, y que se construye únicamente con el paisaje natural que lo rodea a través del andar como una acción simbólica entre espacio -tiempo. Finalmente, el poema se cierra con esos mismos cuatro versos con los que empezó: “Verde viento. Verde Ramas. El barco sobre el mar. Y el caballo en la montaña”.

Por otra parte, en Ciudad sin sueños, Lorca nos permite ver a través de sus ojos el cambio paradigmático de la modernidad, o como diría Marshall Macluhan “el ajuste de toda vida social y personal al nuevo modelo de percepción establecido por la nueva tecnología” [6] . Es así, que podemos evidenciar como el primer verso ya delata su condición moderna: “No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie”.  

En este poema, la voz poética nos va narrando a modo de cámara lenta, y mediante la observación detenida, al Brooklyn Bridge nocturno, donde nadie duerme y todo se acelera. Lorca se vuelve un flaneur que no solo recorre las calles, sino al poema con detenimiento. El autor nos cuenta sobre “las criaturas nocturnas de la noche”, “las mujeres que dan besos en la boca” y la monotonía se los habitan en Nueva York que parecen más vacíos e infelices:

Haya un panorama de ojos abiertos y amargas llagas encendidas…Yo he dicho nadie duerme. Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes, abrid los escotillones para que vea bajo la luna las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.[7]

La ciudad se coloca en una especie prótesis entre dos sustantivos “cielo” y “mundo” de New York. Ante estos elementos, la exclamación de “¡Alerta!”, puede ser entendido como ese sonido turbio propio de una ciudad moderna, pero también como un anunciamiento de que algo está sucediendo: “Hay un muerto que se queja tres años porque tiene un paisaje seco en la rodilla”. Esta descripción nos devela la intensidad de lo efímero mediante la personificación de un muerto que espera, y también de una ciudad que adolece entre la banalidad sin medir, acaso, los detalles de la vida.  Tenemos también, por otra parte, el uso de las metáforas e hipérboles que ayudan a la voz poética a expresar entre líneas la verdadera intensión del poema.

Ciudad sin sueños puede parecer, a partir de su primera lectura, la narración de una ciudad que no duerme, pero bajo este tamiz sus versos develan que es la propia ciudad que adolece, y “dolerá sin descanso” entre la culpa y tragedia de quienes habitan en ella. Finamente, cabe decir, a modo de brevedad de este pequeño artículo, que la sensibilidad de Lorca hace de sus poemas un diálogo constante con el lector para pensarse y entender la profunda experiencia de la vida desde la contemporaneidad.

 

 

 

 

 

Bibliografía

García Lorca Federico. Romancero Gitano

García Lorca Federico Un poeta en Nueva York

García Lorca Federico Obras completas. Tomo III.

Macluhan Marshal. La galaxia de Gutenberg. Prólogo,16. 

Salotorevsky Myrna. Vuelta de paseo de Federico García Lorca. Revista Letras. 1978.

 

.

 



[1] En el corpus del Romancero Gitano, el día y la noche están presentes mediante imágenes como la luna, el rumor del mar en el atardecer, las blancas montañas, los lutos celestiales, etc., figuras que permiten reforzar el metalenguaje de la voz poética.

[2] Federico García Lorca. Obras completas. Tomo III, 340.

[3] Obras completes. Tomo III, 343.

[4] Este aspecto es nombrando tanto en la obra Poétique de Todorov como en Vuelta de paseo de F.G.L. por Myerna Solotorevsky.

[5] Federico García Lorca. Romancero Gitano,4.

[6] Marshal Macluhan. La galaxia de Gutenberg. Prólogo,16.  

[7] Federico García Lorca, Ciudad sin sueños. Perteneciente al poemario Un poeta en New York.

Comentarios

Entradas populares