La gallina degollada por Horacio Quiroga. Adapataciones escénicas




L A   G A L L I N A    D E G O L L A D A




A  D  A  P  T  A  C  I  Ó  N

P O R

B R E N C A S T I L L O

 



PERSONAJES


Bertha                         Esposa del señor Mazimni, sufre de meningitis

Señor Mazimni            Esposo de Bertha, anticuado y despreocupado

María                           Ama de casa

Berthita                       Última hija de los Mazimni

Los mellizos                Hermanos menores, hijos de los Mazimni

Hermano 1,2               Hermanos mayores, hijos de los Mazimni









La decoración física es de acuerdo a lo que se describe en cada escena donde se desarrolla la historia: la cocina, la habitación y el patio. 



ESCENA I


(La habitación. En medio un mueble envejecido cubierto con una sábana blanca cuelga un retrato gigante de Berthita y al costado una foto semi-rota de los cuatro hijos. Bertha se está cepillando el cabello. El señor Mazimni se acomoda la corbata frente a la ventana, tiene un bigote muy alineado y la boca pequeña. Zapatos comprados a medio uso y un reloj anticuado)


Señor Mazimni: (Mirando a un lado del escenario) Los niños huelen mal Bertha. La empleada no los está bañado. Mi madre viene esta semana y no quier…

Bertha: (Interrumpiéndolo) ¡No quieres que! Que vea el horrible esposo y padre que eres. ¡Ah, no!... Y esta vez no es mi culpa, ni la meningitis, ni las quejas diarias…

Señor Mazimni: Te recuerdo ¡tuuús hijos! salieron así por obra y gracia tu enfermedad.

Bertha: ¡Desgraciado! Eres un desgraciado 

Señor Mazimni: Shhhhh… ¡Cállate mujer! Nos pueden escuchar los vecinos. Esto es obra de tu desgracia, menos Berthita...Ella, ella es tan...

Bertha: ¿Desgracia? ¡Tengo los ojos bien pegados en la cara para saber qué es la desgracia! No te atrevas a volver a decirme eso. 

Señor Mazimni: ¿No recuerdas lo que dijo el doctor? ¡No hay cura! Tú no puedes enseñar a esos niños a pensar, ni siquiera saben dónde están parados…ni siquiera hablan. 

Bertha: ¡Son así por tú culpa! ¡Por toda tu idiotez! ¡Por ti! ( respira con dificultad y empieza a toser).

Señor Mazimni: Cariño ¿estás bien? Mira, no quiero discutir más, por favor. 

Bertha: No, no estoy bien. Cada día, cada noche tengo que vivir con el mismo sueño, con la misma pesadilla, preocupada por mi hija y del peligro al que se expone ¿Qué sabes tú de eso? ¡Nada!, absolutamente nada.

El señor mazimni: Pero eso son cosas de mujeres, madres, vecinas y viejas.

Bertha: ¡Dejémoslo así! (se sienta y habla despacio) Estoy tan vacía y cada vez me lleno de odio, Berthita crece y yo no puedo estar tranquila. ¿Tengo yo la culpa acaso? ¿Por qué me casé contigo?


(Suena una melodía: The Watchtower, Sigimund)


Señor Mazimni: ¿Qué quieres decir con eso Bertha?

Bertha: (Se suena la nariz y se seca las lágrimas, habla para ella misma) Dios nunca me quiso. Dios me abandono el día que fui madre. Entonces ¿Qué importancia tiene tener a un hombre a mi lado? ¿Qué pensarás cuándo te deje sola en cama y ya no quiera tocarte por estar vieja y tener a cuatro hijos torpes? Mirarás el techo y las paredes se harán más angostas de lo normal. Pensarás en todo el pequeño amor que tienes muy adentro y te culparás; por ellos, por ti, por todo. (Intenta cubrirse el rostro).

Señor Mazimni: Bertha nunca quise decir eso. Las cosas no son así. ¡Mira a nuestra hija Berthita! Es la esperanza de nuestro amor. De todo nuestro amor (la toma de las manos) No me figuro sin ti Bertha. Sin ti fuera de mi lado. 

Bertha: ¡Vete por favor! Toma a la niña. ¡Vístela! y vete.

Señor Mazimni: ¿Para qué, no estás bien? 

Bertha: Necesito aire fresco.






ESCENA II


La cocina. Tiene en el centro una mesa con un mantel floreado. Tres sillas anticuadas. En un lado, hay una puerta que da salida al  patio.


(La escena acierta descuido. María lleva un delantal blanco y algo sucio, es regordeta y apenas puede atárselo. Bertha tiene ojeras, viste un vestido suelto y algo envejecido de color plomo; lleva pañuelos en mano. Berthita, la hija, tiene un lazo rojo atado en la cabeza.


María: (Aparece escondiéndose unas galletas en la barriga) ¡Señora mía! ¡Señora mía! ¿Qué sucede? ¿Otra vez cansada? 

Bertha: ¡Bah! Eso no tiene importancia María. La importancia hace tiempos que dejó de importarme.  

María: (Confundida) ¡Importancia! ¡Importancia! ¿Qué es importante ahora en esta vida, señora mía? No es bueno llorar, envejece los ojos. Coma algo, ¿Agua? ¿Frutas? ¿Queso? (remueve la lengua en los dientes y toma un cucharón). Decía mi abuela: Con el queso rancio y el pan duro, el agua pasa.

Bertha: (Suspira algo molesta) ¿Por qué dices eso? ¿Acaso piensas que soy rancia y dura? (se acerca dos pasos) Lo que me pasa es que… Es que estoy ¡Harta! ¡Harta! ¡Hartaaaaa! 

María: (Sobresaltándose) ¡Ay…y! ¡Ay! No me grite señora, que quien lidia con sus harteras soy yo… Atendiendo a sus cuatro hijos todos los días.

Bertha: ¿Cuáles hijos?

María: Los cuatro que tiene, esos torpes que la miran.

Bertha: Las angustias me matan María, he tenido un sueño horrible, no me hable de ellos ahora.

María: ¿Quién la entiende señora María?... De seguro, la culpa la ha de tener su marido que la tiene tan enferma.  

Bertha: No me gusta lo que me dices.

María: ¡Mírese!

Bertha: Tú nunca has tenido marido y peor hijos. Cuando las mujeres tenemos hijos, creemos poder con todo, pero no. No María. Uno es debil y frágil y; a veces lloramos demasiado aferrándonos a las pocas esperanzas que quedan en el día (dirige su mirada al suelo) ¡Tú qué sabes de eso!... Anda, atiende a la niña y, de una buena vez, mata a la gallina y ponla a cocinar. Pronto saldremos (sale de la cocina). 

María: ¿Ahora yo soy la mala? (refunfuña y toma una tina intentando agarrar a la gallina de la jaula) ¡Otra vez lo mismo! ¡Plumas por aquí! ¡Plumas por allá! ¿Me quiere? ¿No me quiere? ¿Me quiere…? No, no me quiere. (Suspira retirando el plumaje). Ni siquiera me pagan en esta casa. ¡Es todo me voy!

Berthita: (Entra) Mami dice que vamos a salir pronto. Tía María (intenta mirar curiosamente) ¿Qué tiene allí? 

María: ¡Las ansias de vivir!

Berthita: ¿Vivir? Pero si estás viva, tía María.

María: Olvídalo pequeña, olvídalo. Sólo tengo lo necesario (le da la espalda a la niña). Para eso necesitas ajo, cebolla, y perejil, mucho, mucho, perejil.

Berthita: ¿Perejol? ¿Yo no sé qué es perejol?... Tía María. ¿Son las plumas? ¿Vas a bailar? 

María: Esos tiempos ya han pasado niña. El plumaje es para adornar mi belleza ¿Acaso no me vez? (sonríe exageradamente) … Y mira bien, que no dice perejol, sino perejil, P-E-R-E-J-I-L, repítelo. ¡Vamos! 


(Mientras María deletrea estas palabras, siente unos respiros en su espalda, los cuatro hijos de la familia Mazimni se ríen tontamente sacando la lengua)


María: ¡Oh Dios santo! ¡Ay no! ¡Otra vez ustedes! ¡Señora! ¡Señora Berthaaaa! Los niños están aquí en la cocina. 

Bertha: (Toma a la niña en brazos) ¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, se los digo! No quiero verlos, aléjelos de mí y de mi hija.

María: Pero son sus hijos.

Bertha: ¡Que no los quiero! ¿No ha escuchado? ¿Se hace la sorda?

María: (Limpiándose las manos) ¡Salgan! ¡Salgan de aquí muchachillos! 





ESCENA III


Bertha ha tenido el mismo sueño que la ha atormentado en años y que ahora es parte de su realidad. En la escena está sentada en una silla al lado derecho del escenario, tiene los ojos cerrados y a su alrededor sucede la representación de su sueño.


El escenario se acopla a la forma de un patio: Al fondo, una luz roja ilumina la pared y paralela a esta hay un banco. En medio corren cuatro niños, dos de ellos son mellizos, en el banco está Berthita. 


Hermanos 2: ¡Estoy aquí! 

Mellizos: ¿Dónde? no te vemos.

Hermano 2: Atrás tuyo.

Mellizos: ¿Mío?

Hermano 1: Qué hacen atrás mío.

Mellizos: Juegando.

Hermano 1: Yo no juego.

Mellizos: Sí, sí juegas.

Hermano 1: Yo corro.

Hermano 2: Corramos.

Hermano 1: Pero… ¡Ay!... Me estás pisando el pie.

Hermano 2: Hay muchos pies.

Mellizos: Patos, sí… Muchos patos.

Hermano 2 ¿Dónde?

Mellizos: ¡Cuak! ¡cuack! ¡cack!

Hermano 1: Allí mira.

Hermano 2: Esos son mis zapatos.

Mellizos: ¡Patos!

Hermano 1: Sí, allí están. 

Hermano 2: ¿Por qué están allí?

Berthitha: Son míos.

Mellizos: La mala.

Berthita: Su hermana querrán decir.

Hermano 1: ¿Nuestra hermana dice?

Hermano 2: Así parece.

Berthita: Acérquense y mírenme bien.

Hermano 1: ¿Para qué?

Hermano 2: Que me dé los zapatos. 

Berthita: Tómalos.

Mellizos: ¿Por qué se detienen?

Hermano 1: No tomes los zapatos.

Hermano 2: Tampoco los quería.

Mellizos: Queremos un pato.

Berthita: Déjenme jugar.

Hermano 1: No puedes.

Hermano 2: Estás mejor allí.

Berthita: No quiero estar sentada mirándolos.

Hermano 1: Yo no puedo mirarte a ti.

Berthita: Ya los perdí hace mucho.

Mellizos: Menos a mamá y a papá.

Hermano 1: Nos despreciaban.

Hermano 2: Se avergonzaban.

Mellizos: ¡Ban! ¡Ban! ¡Ban! Muerte.

Berthita: No me señalen así.

Hermano 1: Tú nos señalabas.

Hermano 2: Nos negabas.

Mellizos: ¡Ban! ¡Ban! ¡Ban! Muerte.

Berthita: Nunca fue mi culpa.

Hermano 1: Tuya y de ellos.

Hermano 2: Torpes, torpes, torpes.

Hermano 1: Corre más rápido.

Hermano 2: Eso intento.

Berthita: Déjenme entrar a jugar.

Mellizos: ¡Aquí! ¡Por aquí!

Hermano 1: Pero ¿Qué tan torpes fuimos?

Hermano 2: No te detengas.

Hermano 1: ¡Quiero la verdad!

Berthita: La verdad es que…

Hermano 2: Cállate.

Mellizos: ¡Ban! ¡Ban! ¡Ban! Muerte.

Berthita: La verdad es que ellos nunca los quisier…

Hermano 1: Lo sabía (se arrojan al suelo todos).


La luz roja se va apagando, todo el salón queda oscuro, Desde la parte inferior donde Bertha está sentada una luz blanca ilumina su cara. Ella abre los ojos y empieza a llorar.




















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